jueves, 29 de abril de 2010

The fair

Yyyy quería trabajar...quería. Una semana después y quiero mandar todo a la mierda. La fucking monotonía de decir y hacer siempre lo mismo.
Trabajar en la feria se complica cuando no sos una persona con mucha paciencia. La gente te pregunta las cosas mil veces, no te escucha, interrumpe, se va sin saludar, se queda media hora rompiendo las pelotas y no compra nada.
Es un desfile constante de madres que no controlan a sus hijos, y los dejan ahí jugando con la boluda (yo) que ya perdió las ganas de vivir. Abuelas que no entienden nada. Padres ausentes que quieren comprar el amor de sus hijos con un aparatito corta papel. Maestras jardineras con un exceso de felicidad encima. Adolescentes más boludos que nunca. Colegialas gritando. Y más y más personajes.
Los números 10, 18, 20 y 35 pasaron a ser los números que más odio.
Y todo lo que digo siento que puede ser tomado a mal. "Apreatlo fuerte", "dale hasta el fondo", "es más chico y más duro". Pero la única mal pensada soy yo, claramente.
La única forma de remar los días que me quedan es pensar este trabajín como un experimento sociológico. Ahí estoy yo, de incógnito en un ambiente tan heterogéneo e interesante. Y nadie se da cuenta que los estoy estudiando y analizando. Sí señora, usted es mi ratira número 236 y cada movimiento que haga va a ser captado por mí, y luego finamente analizado. Todo en pos de la ciencia.
De todas maneras, hay momentos en los que disfruto la feria. El camino de salida. Mirando libros, con poca gente, mucha tranquilidad. Y qué bueno sería quedarme una noche encerrada acá.
Pero mejor me voy, que se hace tarde y todavía tengo que hacer mil cosas.

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