jueves, 29 de abril de 2010

The fair

Yyyy quería trabajar...quería. Una semana después y quiero mandar todo a la mierda. La fucking monotonía de decir y hacer siempre lo mismo.
Trabajar en la feria se complica cuando no sos una persona con mucha paciencia. La gente te pregunta las cosas mil veces, no te escucha, interrumpe, se va sin saludar, se queda media hora rompiendo las pelotas y no compra nada.
Es un desfile constante de madres que no controlan a sus hijos, y los dejan ahí jugando con la boluda (yo) que ya perdió las ganas de vivir. Abuelas que no entienden nada. Padres ausentes que quieren comprar el amor de sus hijos con un aparatito corta papel. Maestras jardineras con un exceso de felicidad encima. Adolescentes más boludos que nunca. Colegialas gritando. Y más y más personajes.
Los números 10, 18, 20 y 35 pasaron a ser los números que más odio.
Y todo lo que digo siento que puede ser tomado a mal. "Apreatlo fuerte", "dale hasta el fondo", "es más chico y más duro". Pero la única mal pensada soy yo, claramente.
La única forma de remar los días que me quedan es pensar este trabajín como un experimento sociológico. Ahí estoy yo, de incógnito en un ambiente tan heterogéneo e interesante. Y nadie se da cuenta que los estoy estudiando y analizando. Sí señora, usted es mi ratira número 236 y cada movimiento que haga va a ser captado por mí, y luego finamente analizado. Todo en pos de la ciencia.
De todas maneras, hay momentos en los que disfruto la feria. El camino de salida. Mirando libros, con poca gente, mucha tranquilidad. Y qué bueno sería quedarme una noche encerrada acá.
Pero mejor me voy, que se hace tarde y todavía tengo que hacer mil cosas.

jueves, 22 de abril de 2010

Lluvia y champagne

El domingo granizó. Zarpado. Por donde vivo yo fue increíble. Pero no estaba en casa cuando el mundo amenazó con venirse abajo. Estaba en un auto, peor.
Escena de peli de terror: cortina de lluvia. Piedras cayendo. Sonidos terribles.
Autos parados debajo de árboles o, sorprendentemente, parados debajo de los puentes de la autopista.En medio de la autopista. Gente tapando los capots de sus autos con frazadas y almohadones. Y hasta gente que tapaba su auto con su propio cuerpo.( haceme mierda a mí pero el auto no me lo toqués, lluvia hija de puta)
Vidrios y vidrios y vidrios rotos. Calles revueltas por la lluvia: basura y hojas.
El día después: cantidad de autos con los vidrios rotos. Abundancia de cabezas cocidas. Mucho malhumor. Exceso de gente en los transportes públicos porque, claro, no podían usar sus autos. Comentarios al por mayor de la mayoría de los habitantes de Capital y alrededores. (Igual hubo zonas en la que la lluvia ni se sintió, suertudos.)
Sin embargo, ese domingo hubo sonrisas, felicidad y gran demanda de una bebida alcohólica de festejo en supermercados, almacenes y chinos.
Fue el día en que los mecánicos brindaron con champagne.
Y a hacer una macumba para que la próxima lluvia sea un poquito más heavy.

lunes, 19 de abril de 2010

No ha lugar

Leyes, artículos, decretos, incisos, pactos, tratados...lo único que me quedó claro es que los abogados te pueden cagar de cualquier forma, en cualquier momento y por cualquier cosa. ¡Objeción!
(Espero que no se ofendan mis amigos futuros abogados)

domingo, 18 de abril de 2010

¿Bafici? Sí, sí

La sala más grande del Cine Atlas de Santa Fé. Llena de gente. Jóvenes más que nada. Pibitos y pibitas. La gente más copada, más cool, más imponetendencia de la city. Todo muy lindo. Gran escenario.
Una película ¿independiente? brasilera: adolescencia, música e internet, como dijo el director, Esmir Filho, que para mi (grata) sorpresa estaba ahí.
¿Qué es lo primero que se te viene a la mente cuando pensás en Brasil? Playa, fútbol, samba, gente contenta y sin preocupaciones. Bueno, nada que ver. La película se desarrolla en una ciudad del sur de Brasil. El sur frío, el sur alemán, según el director. Hay adolescentes. Hay internet. Hay música. Pero hay mucho más: hay suicidio; hay adolescentes conflictuados; hay blogs; videos raros; una chica que aparece sólo en videos; hay fascinación por Bob Dylan; un hombre que vuelve; masturbación; sueños que se mezclan con la realidad. Hay misterio.
Y como hay misterio hay distintas interpretaciones.
Pero mejor mirala.
Las nosécuantaspersonas presentes en la mega sala del Atlas aplaudieron a más no poder. Siguieron preguntas al director y al autor del libro en el que se basó la película que, además es uno de los actores. Nada muy relevante. ¿Por qué ese nombre? ¿Cómo te sentiste haciendo tu primer largo? ¿Vas a sacar la peli a DVD? Lo más interesante que dijo el director fue que el casting se hizo vía intenet: quería leer lo que escribían en sus fotologs, blogs y flickrs. Más de 400 chicos vistos. Hasta que dio con Henrique Larré, el protagonista, que tuve ganas de abrazar toda la película. Después, nada más. Felicitaciones y saludos.
Me fui, nos fuimos. Cada uno a un lado distinto. Y nos vemos la próxima.
El BAFICI es todo un evento, claro. Muy a mi pesar, sólo pude ver una película. Por fiaca, por falta de recomendación, falta de tiempo o lo que sea. Pero está bueno. Acostumbrados a películas distintas, hollywoodenses más que nada, es una buena oportunidad para ver lo que no suele ocupar las grandes carteleras de los cines tradicionales. Y puede ser que más de uno se haya ido insatisfecho: que la peli es lenta, que no hay final, que no hay trama. Pero eso es lo que está bueno. Que sea distinto. Que te deje pensando qué carajo significa, qué quiso decir el muñeco este…
Un poco de todo, para todos. No nos quedemos en lo típico.

miércoles, 14 de abril de 2010

Mua

Me gustan los libros cuyos personajes parecen ser independientes los unos de los otros hasta que se cruzan de alguna forma.
Me gusta estar despierta a la noche, aunque también me gusta irme a dormir temprano. Me gusta salir hasta que amanece y volver a casa mientras la ciudad se va despertando.
En invierno me gusta levantarme y tener que emponcharme para salir a la calle.
Me gusta mucho, pero mucho el café. Y más me gusta tomar café y fumar.
Me gusta encontrar bandas nuevas. Y que me gusten mucho, mucho.
Me gustan las charlas con mis hermanos. Y los desayunos casuales con alguno de mis padres los fines de semana.
Me gusta cuando la gente me habla de cine.
Me gustan los medios de transporte vacíos, y manejar cuando es muy de noche.
Las ciudades costeras que en verano son moda, me gustan en otoño e invierno, cuando no hay casi nadie.
Tengo la costumbre de corregir a la gente cuando usa mal los verbos.
Los mejores regalos que recibí en mi vida fueron una máquina para hacer helados cuando era chica y libros varios, ya de grandecita.
No me acuerdo cuando dejé de creer en Papá Noel.
No me gusta usar manteca de cacao ni usar jeans con zapatillas. No me gusta el pescado y tengo la leve sospecha de que nunca me va a gustar. Siempre odié la matemática, pero las pocas veces que pude hacer correctamente un ejercicio me sentí muy bien.
Los domingos me deprimen.
No soy vegetariana pero prefiero comer carne en pocas cantidades.
No creo en nada más que en mí. Hasta que se demuestre lo contrario.
Y esto se volvió muy serio.Chau.

lunes, 12 de abril de 2010

0800laputaqueteparió

No me gusta atender el teléfono. Cuando estoy sola en mi casa, aprovecho y me manejo con la regla del que suene, total si es para mí me llaman al celular. “Decile a tu papá…avísale a tu vieja entonces…por favor que se comunique conmigo…”. Ni en pedo. Siempre me olvido.
Entonces cuando hoy sonó el teléfono me hice la boluda. Seguí con la mirada clavada en la pantalla de la tele, buscando algo decente. Pero no llamaron una vez. Llamaron 3 veces, a promedio de 7 rings por llamado. Me hinché las pelotas y atendí.

Pilar-¿Hola?
X- Hola. ¿Quién habla?
P- ¿Cómo quién habla? Llamaron acá, yo atendí. ¿Quién es?


(Recuerden: no me gusta hablar por teléfono y menos me gusta tener que remar charlas con gente que no me interesa, ni sé quién es.)

X- Soy yo. ¿Quién sos?
P- No conozco ningún yo. ¿Qué te importa quién soy? Vos llamaste.


Aumenta mi temperatura corporal. Para mal.

X- Jaja, dale…siempre me haces lo mismo. Pasame con Mariano que le tengo que preguntar una cosa.


A esta altura ya me di cuenta de que es número equivocado. En un momento dudé y pensé que quizás era algún conocido de mis viejos y yo estaba siendo muy, pero muy maleducada.

P- ¿Eeeee? ¿De qué hablas? Acá no hay ningún Mariano. Te equivocaste de número tarado. La próxima marca mejor porque me despertaste. Chau.

Estaba apunto de cortar y le mandé un “¡Gil!”, mi insulto legal preferido.
Corté antes de que pudiera decir algo. Aunque el llamado me molestó, quedé como satisfecha. Me reí un poco, saqué el “mute” de la tele y seguí haciendo zapping.
Suena el teléfono de nuevo. La puta madre, grité. No voy a atender, pensé. Soná conchudo, no pienso moverme. Pero de nuevo lo mismo. Exceso de rings y al final atendí.

P- Hooola.


No fue una pregunta, fue más como una afirmación. Esto hizo que mi voz sonara distinto supongo porque el Tarado no se dio cuenta que había llamado a la misma casa.

X- Hola, por favor con Mariano. Habla Carlos.

Carlos. Tarado se llama Carlos.

P- ¿Otra vez vos? Marcá bien. Fíjate bien el número, porque claramente lo tenés mal. Acá no vive ningún Mariano.


Corté. No es que sea tan rápidamente irritable. Pero con los números de las casas en las que viví siempre tuve mala suerte. En una época llamaban preguntando por remisería fácil 3 veces por día. Cada tanto mi viejo (supongo que heredé esto de él) mandaba algún Duna blanco. Lo deben seguir esperando.
Volví a mi rutina, pero sonó el teléfono de nuevo

P-¡Pelotudo, la puta que te parió! ¡Dejá de llamar!
X2- Ay…em…perdón. Creo que me equivoqué de número.


No. No se había equivocado. Reconocí la voz. Pero ya era muy tarde para pedir perdón.
Después de eso no volvió a sonar el teléfono hasta llegada la noche, cuando no era yo la única en casa.
Yo, por las dudas, no atiendo más.

miércoles, 7 de abril de 2010

Mi ciudad, mi quilombo

Abro el word y empiezo a escribir. Qué bueno sería una máquina de escribir de esas bien viejas. Las cosas saldrían mejor. Otra mística.
Tenía miles de cosas en la cabeza volviendo para mi casa. La principal: escribir, escribir, escribir.
Pero como siempre, las mejores ideas llegan en momentos inoportunos: una y media de la tarde, bondi lleno, gente extraña rozando cada parte de mi cuerpo. Se baja una chica. Claramente es mi turno de sentarme. Lo hago. Más tranquila empiezo a divagar. Veo cosas que disparan ideas adentro de mi cabecita. Cosas a desarrollar. Como me conozco y sé que me voy a olvidar trato de sacar un cuaderno. Pero (siempre hay un pero) aparece una señora mayor…buen, semi mayor, no sé. Mi moral (o algo parecido a eso) me dice que me levante y le pregunte si se quiere sentar. Obvio que se quiere sentar. Cruzó todo el colectivo porque me vio cara de boluda. Trata de disimular la sonrisa de vieja hija de puta y me dice “bueno, gracias corazón”.
De vuelta a lo mío, mientras pienso que la vieja se va a bajar en 15 cuadras (no, me equivocaba, se bajó una parada antes que yo) Me voy a olvidar esa idea mágica. Lo sé.
Trato de darle vueltas al concepto para no olvidarme. Repetirlo con distintas palabras. Hasta en distintos idiomas.
Mientras tanto Morrissey me cuenta de su novia en coma, y yo, que obviamente ya me olvidé, trato de mantener mi pie quieto y evitar las miradas de reprobación de la emo que se acaba de subir y se posiciona al lado mío.
Casi Plaza Italia. Un pibe se baja y puedo volver a sentarme. Morrissey me abandonó hace rato y la función shuffle (el Word me corrige y me pone suflé) decidió que era hora de escuchar Joy Division. Bien arriba.
Lo primero que veo cuando miro para la ventana es el Zoológico que, dicho sea de paso, nunca me gustó. “Bienvenidos al Zoo” dice el cartel. Justo justo. El día que tardé más de media hora desde Marcelo T y Callao hasta Güemes y Coronel Díaz porque parece que el subte no anda. De nuevo. El día que escuchamos bombos durante casi toda una clase.
Seguí mirando por la ventana del 152, mi eterno compañero de viajes a cualquier lado.
Y pensé que ya no me sorprende. Me acostumbré a tener un as en la manga cada mañana por si el subte no anda y todos los que suelen viajar por debajo salen a la superficie y me ocupan el Bondi.Ya no me sorprenden los piquetes. Hasta llegué a pensar que hacen bastante pintoresca a la ciudad. Seguro que en otros lados no pasa. Disfrutemos de nuestra singularidad.
Sigo en el bondi. Mr. Ipod ahora me sale con la versión de “New York, New York” de Cat Power. Y parece que hasta ese momento no me había percatado que en una parte dice algo así como que si se puede sobrevivir en Nueva York, se puede sobrevivir en cualquier lado.
Después de 20 años viviendo en Buenos Aires, a Nueva York me la como cruda. ¿El Bronx es heavy? Salí a caminar por Pompeya a las 3 de la mañana a ver qué pasa (no quiero ofender a la gente de Pompeya eh!).
Estoy por llegar a casa y la batería del ipod se muere. Me paro para bajarme. Toco el timbre bien fuerte, porque siempre se pasan mi parada. Me bajo. Estoy caminando para mi casa cuando una chica y un chico con mucha cara de extranjeros me paran y me preguntan por la Quinta de Olivos. You have to walk, les digo y les hago el gestito de que tienen varias cuadras por delante. Gracias, me dicen. O un intento de gracias.
¿Extrañaran su ciudad primer mundista? ¿Qué les dirán a sus amigos cuando hablan por Skype? ¿Qué título le van a poner al álbum de fotos que suban a Facebook?
Llego a casa. Por fin. No hay nadie. Mejor todavía.
Me siento a comer y me llega un mensaje de mi amiga, la tana, la que vino de Milán hace un par de años a conocer y vuelve cada año porque no aguanta la abstinencia. “Me quedo acá dos meses más. Soy feliz”.
Yo tenía ganas de responderle “y yo me quedo acá hasta que me muera”. Me quedo en el quilombo, el caos, la desorganización. Mi quilombo, mi caos, mi desorganización. Obvio, estaría bueno cambiar un par de cosas. Pero mientras tanto, seamos felices como la tana, que no se quiere ir de acá.
Al final me decidí por “que bueno tana, el viernes salimos a festejar eee”.

viernes, 2 de abril de 2010

1969

¿Qué será de la vida de esta muchachita?

Algo más

Hay varias formas de escribir sobre uno mismo, las cosas que le pasan, la gente que conoce, lo que disfruta y lo que no, lo nuevo, lo viejo, lo distinto, lo desconocido.
Todo dice algo sobre la persona que lo escribió.
Un texto humorístico no tiene porque ser más o menos cierto que uno dramático. Son distintos enfoques. Expresiones de un estado de ánimo momentáneo.
Para que te rías, llores, te inspires (o no), me odies, me ames, me conozcas, hagas memoria, te confundas, te desquicie, disfrutes, escuches, leas, comentes. Conozcas.
Otro blog, sin pretensiones de grandeza. ¿Diferente? No sé, fíjate.