jueves, 27 de mayo de 2010

Vicente Martes

No sé porqué esperé hasta el martes para ir a la 9 de Julio. Pero no me quería quedar afuera. Así que el 25 a eso de las 6 de la tarde arranqué para la avenida, que nosotros creemos, más ancha del mundo.
Al llegar sabía cómo iba a terminar todo: me iba a ir después de un rato de caminata y algo de mal humor. Y adelanto que así fue.
Primer intento: penetrar a la gente para llegar a un lugar semi decente y ver el show. Resultado: avanzamos 20 metros y tuvimos que desistir ante la cantidad de gente que quería entrar y salir. Me quedé varada un rato entre una madre con un hijo a cuestas y otro de la mano que me pegaba pataditas porque estaba inquieto. Empieza a faltar el aire y la desesperación aumenta. Un par de pibes se ríen, unas señoras de indignan y yo me quiero ir a la mierda.
Cada tanto me reía, al escuchar los comentarios de algún compatriota. “No estamos mejor acá Jorge, era mejor el otro lado”, le decía una señora a, supongo, su marido. “Mirá lo que es esto, mejor lugar no vamos a encontrar”, decía Jorge con voz cansada. Por otro lado, un hombre gritaba que si nos organizábamos podíamos salir y entrar todos, y otro decía que si nos organizábamos cogíamos todos.( con las manos para arriba como empujando algo)
Me irrité un poco más y me fui. Volví a pelear con la horda de gente que trataba de salir/entrar, esta vez con menos moderación, porque me estaba yendo y me importaba muy poco que la gente me mirara mal porque la empujaba (aunque pidiera permiso y gracias).
Empezamos a caminar (hablo el plural porque esta vez las cosas me pasaron no sólo a mí, sino también a mi amiga, la vecina) por las calles paralelas, acompañados por gente que volvía, extranjeros y un par de locales cansados de tanto festejo. De repente empezamos a escuchar a Charly García cantando de influencias, y antes de poder esperanzarnos con cualquier participación del ídolo de ahora perfil bajo, nos dimos cuenta que la música venía de un departamento que con las ventanas abiertas, de donde colgaba una bandera whipala, dejaba salir la melodía.
Caminamos, caminamos y caminamos hasta Independencia. “No hay ni habrá empanadas”, decía un papel en el stand de Salta. Volaban los comentarios, sobre historia, sobre Fito Páez y los shows del bicente, sobre la sexualidad de algunos próceres, sobre los presidentes que estaban presentes…
No me cambiaba la vida quedarme a ver a Fito, y como tenía la leve sospecha, que después se confirmó (ja), de que no iba a tocar a las 9, decidimos irnos y seguir haciendo la “reflexión” desde casa.
Subte gratis, adentro. Mi casa me esperaba con empanadas y con la tele encendida en el show que fui a ver pero nunca vi.
Mucha, mucha, muchísima gente. Qué bueno que ya me fui. No me quiero imaginar la vuelta de todas esas personas. Al sur, al norte y al oeste. Bondis hasta las manos, tráfico, taxis sin cartel rojo. Pero caras felices. Al fin algo salió bien.
Y de acá a 100 años, si es que todavía hay mundo, se va a hablar de los festejos del Bicentenario y yo, que voy a seguir viva señores, voy a decir que estuve ahí.

martes, 25 de mayo de 2010

Random 1

Soy yo la mal pensada, o suena medio raro la publicidad de gilette "la afeitada oficial de la selección argentina" ?

domingo, 16 de mayo de 2010

El ataque de las palomas asesinas

Desde que empecé a andar sola en colectivo, cada vez que me bajo en la parada del colegio sobre la avenida, tengo el mismo problema. Hay un ser...malo, muy malo. A partir de las cuatro de la tarde, más o menos, se posiciona. Siempre en el mismo lugar. Se sienta, se queda mirando. Saca la bolsa, que estuvo preparando todo el día, y empieza. Tira un poco y llegan. Diez palomas. Después cinco más. Así hasta que se arma un grupete de palomas ávidas de migas de pan, que no van a dejar que nada se interponga en su camino. Y por nada me refiero a nada, ni siquiera a la gente que pasa caminando.
Para colmo, el señor se sienta en la parte más angosta de la calle, en el medio del puesto de flores y el kiosco. Entonces si querés pasar por ahí no queda otra que llenarte de orgullo, contar hasta 10 y mandarte rápido, tratando de no mirar a los ojos a estas hijas de puta que están como extasiadas por el pan.
Siempre me funca. Hasta hace un par de días.
Me bajé, y empecé a caminar por Maipú. Llegó el momento. Ahí estaba él, ahí estaban ellas. Y yo. Había más de las que suele haber. Pero me mandé igual. Primer paso. Segundo. Otro más. Llegué al límite de su territorio. Si ya estaba ahí, no quedaba otra que cruzar lo más rápido posible esos 4 metros. Debo haber pisado un pan o algo así, porque se me vinieron cinco palomas a los pies. Instinto: patear( al son de mi grito que sirve para todas las ocasiones, el gritito que una amiga calificó de "de cotorra"). Si alguna vez trataste de patear y caminar al mismo tiempo sabrás que hay un 84% de probabilidad de que te caigas, mínimo que trastabilles. No llegué a caerme, fue más un tropezón en el que ninguna parte de mi cuerpo estaba tocando el piso. Mitad de media milésima de segundo ya me había repuesto, pero estaba en la mitad del trayecto. Y fue así cuando otras cinco palomas me atacaron, esta vez de la cintura para arriba. Encima tenía la campera colgando, y juro, juro, que una trató de hacer de mi abrigo un nido. Se metió y no salía, la hija de puta. A esta altura, ya perdí mi dignidad y no me importó hacer los movimientos que hice y pegar los gritos que pegué. Ya estaba jugada.
Fue todo muy rápido. Salí del territorio palomas, me dí vuelta para mirar con alta cara de culo al viejo, mientras me arreglaba el pelo que había quedado más revuelto que de costumbre. Cruzamos miradas, y él se dio cuenta de mi intención de bardeo telepático y me mandó tres palomas más. Me dí vuelta muy rápido y seguí caminando, esta vez más rápido y los palomas volvieron a su zona. No me dí vuelta nunca más.
Llegué a casa, cerré las ventanas y me quedé un rato mirando para afuera, a ver si había palomas dando vueltas.
Hasta ahora no volví a la zona. Volví, pero no era la hora.
Parte de mí quiere venganza, parte de mí llora de tan sólo pensar un nuevo encuentro.
No sé si voy a encontrar solución a este asunto. Por el momento, voy a evitar bajar en esa parada, total es lo mismo. Una cuadra.

miércoles, 12 de mayo de 2010

De Skaters, Ciclistas y otras cosas

Hay gente que cansada de los transportes públicos convencionales decide hacer la suya y sacar la bici, el skate y hasta los rollers(los más osados)a la calle.
No todos podemos hacer esto. Yo por ejemplo. En bici no duraría ni un viaje de 10 cuadras por una avenida. Sobretodo si voy escuchando música. Me abstraigo y chau, fui.
Por eso me gusta ver gente andando en bici o en skate por cabildo o alguna otra avenida heavy, llena de bondis, taxistas irritados y gente que aprendió a manejar hace poco. A veces los envidio, a veces no.
Hoy venía en el 152, obviamente, y me quedé como 20 cuadras mirando a un pibito que venía en skate, o patineta, como quieras decirle. Venía andando escuchando música. Chupines, zapatillas Vans, gorrito, buzo bien grande. EL estereotipo.
Iba rapidísimo, y casi no frenaba en las esquinas cuando estaba rojo. Se mandaba tranquilísimo.
Después de 20 cuadras me aburrí y dejé de seguirlo con la mirada. El bondi frenó. El pibe nos pasó por al lado a quinta de skate y cruzó la calle. No venía ningún auto. Pero venía un flaco andando en bici. No llegó a frenar a cero. Y el pibe del skate tampoco.(porque convengamos que frenar con un skate es más difícil, bah supongo) No llegaron a chocar, pero el flaco de la bici pegó un volantazo(¿manubriazo?) y se fue a la mierda. El pibe del skate apoyó su vans en la parte de atrás del skate y trastabilló. Los dos se cayeron. Mientras tanto, el bondi seguía frenado por el semáforo y yo rezaba porque ese stop que suele durar 45 segundos durara 5 minutos. Ni en pedo me perdía el desenlace. Los dos se levantaron. Mi morbo pedía a gritos que se cagaran a trompadas. Mi buen ser pedía que se pidieran perdón mutuamente y cada uno siguiera su camino.
Los dos se levantaron sorprendidos, sin entender mucho lo que había pasado. Se hablaban, pero no podía escuchar qué carajo se estaban diciendo: se putearían amablemente? se pedían perdón? se preguntaban cómo estaba cada uno? No sé, no sé, no sé.
El 152 arrancó. Yo seguí mirando para atrás pero no vi nada que me dijera cómo se había resuelto( o no) la trama.
Mientras me iba pensaba qué bueno hubiera sido que además de el skater y el ciclista, uno de esos chicos que andan en rollers por Palermo entregando pizzas se hubiera visto implicado en el asunto. ¿Te imaginas? Una pelea entre un ciclista, un skater y un chico roller. Si alguna vez pasa, quiero estar ahí.