No sé porqué esperé hasta el martes para ir a la 9 de Julio. Pero no me quería quedar afuera. Así que el 25 a eso de las 6 de la tarde arranqué para la avenida, que nosotros creemos, más ancha del mundo.
Al llegar sabía cómo iba a terminar todo: me iba a ir después de un rato de caminata y algo de mal humor. Y adelanto que así fue.
Primer intento: penetrar a la gente para llegar a un lugar semi decente y ver el show. Resultado: avanzamos 20 metros y tuvimos que desistir ante la cantidad de gente que quería entrar y salir. Me quedé varada un rato entre una madre con un hijo a cuestas y otro de la mano que me pegaba pataditas porque estaba inquieto. Empieza a faltar el aire y la desesperación aumenta. Un par de pibes se ríen, unas señoras de indignan y yo me quiero ir a la mierda.
Cada tanto me reía, al escuchar los comentarios de algún compatriota. “No estamos mejor acá Jorge, era mejor el otro lado”, le decía una señora a, supongo, su marido. “Mirá lo que es esto, mejor lugar no vamos a encontrar”, decía Jorge con voz cansada. Por otro lado, un hombre gritaba que si nos organizábamos podíamos salir y entrar todos, y otro decía que si nos organizábamos cogíamos todos.( con las manos para arriba como empujando algo)
Me irrité un poco más y me fui. Volví a pelear con la horda de gente que trataba de salir/entrar, esta vez con menos moderación, porque me estaba yendo y me importaba muy poco que la gente me mirara mal porque la empujaba (aunque pidiera permiso y gracias).
Empezamos a caminar (hablo el plural porque esta vez las cosas me pasaron no sólo a mí, sino también a mi amiga, la vecina) por las calles paralelas, acompañados por gente que volvía, extranjeros y un par de locales cansados de tanto festejo. De repente empezamos a escuchar a Charly García cantando de influencias, y antes de poder esperanzarnos con cualquier participación del ídolo de ahora perfil bajo, nos dimos cuenta que la música venía de un departamento que con las ventanas abiertas, de donde colgaba una bandera whipala, dejaba salir la melodía.
Caminamos, caminamos y caminamos hasta Independencia. “No hay ni habrá empanadas”, decía un papel en el stand de Salta. Volaban los comentarios, sobre historia, sobre Fito Páez y los shows del bicente, sobre la sexualidad de algunos próceres, sobre los presidentes que estaban presentes…
No me cambiaba la vida quedarme a ver a Fito, y como tenía la leve sospecha, que después se confirmó (ja), de que no iba a tocar a las 9, decidimos irnos y seguir haciendo la “reflexión” desde casa.
Subte gratis, adentro. Mi casa me esperaba con empanadas y con la tele encendida en el show que fui a ver pero nunca vi.
Mucha, mucha, muchísima gente. Qué bueno que ya me fui. No me quiero imaginar la vuelta de todas esas personas. Al sur, al norte y al oeste. Bondis hasta las manos, tráfico, taxis sin cartel rojo. Pero caras felices. Al fin algo salió bien.
Y de acá a 100 años, si es que todavía hay mundo, se va a hablar de los festejos del Bicentenario y yo, que voy a seguir viva señores, voy a decir que estuve ahí.
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yo tambien estuve ahí! pero fui mas paciente, y dicen "percevera y triunfaras" esta vez me funciono.
ResponderEliminaresa es la actitud stefi! a mí me vencieron muy rápido.
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